«Carnivàle»: Temporada 2 y final

Carnivàle (2003 – 2005) / Creador: Daniel Knauf / Intérpretes: Nick Stahl, Clancy Brown, Michael J. Anderson, Tim DeKay, Clea DuVall, Amy Madigan, Carla Gallo, Cynthia Ettinger, Toby Huss, Adrienne Barbeau, Debra Christofferson, Brian Turk, Patrick Bauchau, Ralph Waite.

En Freaks, la parada de los monstruos (1932), Tod Browning articulaba un respetuoso discurso acerca de la humanidad de los personajes de circo, discriminados y vilipendiados por sus especiales características, alejadas de la «normalidad» a consecuencia de sus deformidades, malformaciones o diferencias.

En El Protegido (2001), M. Night Shyamalan mantenía la tesis de que el supervillano no tenía razón de ser sin la existencia de su antagonista, el superhéroe, y viceversa. Una suerte de equilibrio era necesario para otorgar sentido a una y otra figura del mismo modo que no cabría un Mal sin un Bien ni, claro, un Bien sin un Mal. Asimismo, el director hindú nos mostraba el proceso de autodescubrimiento del héroe encarnado por Bruce Willis, que poco a poco tomaba conciencia de su condición y se encaminaba, como dictaba el destino, a enfrentarse a su acérrimo enemigo, siendo seres interdependientes condenados a encontrarse tarde o temprano.

Ben Hawkins (Nick Stahl), integrado en una feria ambulante tras fallecer su madre y vivir en la pobreza, y el Hermano Justin (un inmenso Clancy Brown), líder de una religión alternativa que acumula fieles y ciegos seguidores, representan, también, los dos lados y se necesitan mutuamente para convertirse en lo que son. Construida la génesis de ambos sobre referencias bíblicas, este antagonismo es la base sobre la que se sustenta Carnivàle, una serie que combina el fantástico y el drama y se ambienta en la década de los 30, la época de los tiempos difíciles, de la escasez, de la Gran Depresión americana, donde se siembra la semilla de una batalla de proporciones apocalípticas que puede repercutir en el devenir de la humanidad.

Carnivàle es, al igual que Twin Peaks (con la que comparte más de un paralelismo) en su momento, la prueba fehaciente de que la televisión es un medio nada desdeñable que, en ocasiones, es capaz de situarse a la misma altura que el cine o, incluso, de superarlo. Y es que esta serie de la HBO explota, con una perfección que asusta, las posibilidades del medio televisivo por lo que respecta al desarrollo, en sucesivos capítulos de cincuenta y tantos minutos, de una historia intrigante y unos personajes irresistibles para acabar componiendo, en mi opinión, una obra de arte de mucho cuidado que sólo podría existir en este formato.

Ni siquiera la lamentable cancelación de la serie tras dos temporadas (estaban previstas seis) y, en consecuencia, la necesidad de atar los cabos sueltos de manera, quizá, algo precipitada es motivo para restar ni un sólo mérito a este producto televisivo que transgrede las limitaciones televisivas y adapta los recursos cinematográficos a la pequeña pantalla. Todo en ella es extraordinario: los magníficos intérpretes (con especial mención a la presencia incontestable de un perturbador Clancy Brown como el Hermano Justin), la definición de los riquísimos y sólidos personajes, la cuidada y detallista recreación de una época gracias a una dirección artística de lujo, la fotografía, el complejo y audaz guión que despliega una historia extraña e inquietante que seduce hasta el tuétano y crece y crece en intensidad, la virtuosa dirección (sobresaliendo el prestigioso Rodrigo García) de cada uno de los capítulos, la apuesta decidida por sobrecoger rompiendo los parámetros conservadores del formato, la soberbia música (Jeff Beal) de protagonismo casi permanente…

A diferencia de otras series, aquejadas de altibajos de calidad e interés, en Carnivàle se da la circunstancia de que ningún capítulo tiene desperdicio, de modo que la línea de regularidad es absoluta, siendo un conjunto compacto, ambicioso y perfeccionista que rebosa de ideas brillantes y coherencia en su progresión, siempre sombría y cercana a la fatalidad. La conclusión, tan temida, cierra de manera satisfactoria y demoledora los frentes abiertos y supone una vuelta a empezar de desarrollo abierto donde el Mal parece partir con ventaja.

Si hace unos días os hablaba de mi fascinación tras ver la 1ª temporada y mi efusiva recomendación, ahora, tras disfrutar de ella al completo, sólo puedo decir que Carnivàle debería ser promulgada y extendida como el Predicador arenga a sus fieles con su envenenada Palabra.

Con toda seguridad, la mejor serie que he visto en mi vida, desplazando del primer lugar a la mismísima Twin Peaks.

Im-pres-cin-di-ble.