«El Laberinto del Fauno»

 

El Laberinto del Fauno (2006) / Director: Guillermo del Toro / Guión: Guillermo del Toro / Intérpretes: Ivana Baquero, Sergi López, Maribel Verdú, Ariadna Gil, Álex Angulo, Doug Jones, Manolo Solo, César Vea.

Guillermo del Toro siempre me ha parecido un director con un buen pulso para el fantástico y dotado de una magnética imaginería visual, lo que, quizás, se podría considerar como su mejor virtud. En sus películas se percibe, aparte de una factura competente, su pasión por el género y los muchos referentes en los que se inspira, construyendo atmósferas más o menos sugerentes y logradas.

Siguiendo la estela de la apreciable El espinazo del diablo (2001) respecto a la mezcolanza entre la guerra civil española y la vertiente fantástica, el realizador mexicano continúa siendo fiel a sus intenciones y muy personal en la traslación de sus ideas. Con El Laberinto del Fauno, el marco histórico condensa una especie de fábula siniestra o de cuento oscuro por obra y gracia de la curiosa Ofelia (Ivana Baquero), que se erige, digámoslo así, en una reencarnación retorcida de la Alicia de Lewis Carroll. Atrapada en el horror bélico, la fantasía supone un refugio circunstancial, en ningún modo definitivo ni seguro.

Lo cierto es que el planteamiento parece, a priori, estimulante y prometedor. No cabe duda. Sin embargo, los resultados no se sitúan a la misma altura, en buena parte debido a un guión descompensado, excesivo y situado en un cliché casi absurdo. Para mí, el lado puramente de género, atractivo en su galería de criaturas y muy cuidadoso en su diseño artístico, supera, por goleada, a la aportación del masticadísimo drama de los desalmados fascistas y los ocultos y rebeldes maquis. Algo cojea en esa relación desvirtuada, chirriante e irregular, pues carece, en mi opinión, de la unión y el equilibrio deseables al decantarse, con poca fortuna, por plasmar en la realidad una pretendida (y aburrida) lucha entre el Bien y el Mal. Si, por un lado, los avatares de la niña en ese mundo increíble pueden atrapar el interés, es en lo real donde la película patina sin remisión. A estas alturas, se antoja demasiado grotesca la definición tan maniquea de esos personajes de cartón piedra: estereotipos difíciles de creer, carentes de vida, incapaces de transmitir más que indiferencia. Y no me refiero, únicamente, al Capitán Vidal (Sergi López), ese monstruo absoluto, ese villano esperpéntico dibujado con brocha gorda, sino también a los restantes, meras figuras sin fondo, por mucho que Maribel Verdú brinde su esfuerzo por sacar adelante su rol en contraste con una desacertadísima Ariadna Gil.

Lamentablemente, el descenso de Ofelia al País de los terrores, que emite mucho ruido y produce pocas nueces, no es un bastión lo suficientemente sólido como para nivelar la balanza y compensar el agravio de una historia dramática que me produce frialdad y distanciamiento. No me importa lo que les suceda a los personajes que por aquí van y vienen, aunque Del Toro, de manera innecesaria, se empeñe en teñir el relato de elementos excesivamente burdos y en regodearse en una sádica truculencia, conduciendo a que el artificio sea de lo más evidente. No, no me lo creo… y ninguna emoción me sugiere. Me agota, incluso.

Nadie podrá negar su empaque técnico, su carácter personal y el mimo que el autor ha invertido en el proyecto, pero la sensación final, a mi juicio, es decepcionante.

Si tuviera que elegir, me seguiría quedando con su opera prima, la espléndida Cronos (1993).

Valoración (0 a 5): 2