«El más allá»

 

E tu vivrai nel terrore – L’aldilà (1981) / Director: Lucio Fulci / Guión: Dardano Sacchetti, Giorgio Maruzzo y Lucio Fulci / Intérpretes: Catriona McColl, David Warbeck, Cinzia Monreale, Antoine Saint-John, Veronica Lazar.

El más allá es mi segunda incursión en la filmografía de este director italiano de culto llamado Lucio Fulci tras la flojísima Aquella casa al lado del cementerio. Y visto lo visto, creo que ya es hora de extraer algunas conclusiones sobre el particular: Fulci es como un pintor, sí, pero no de fino pincel, no, sino de brocha gorda. Sin negar, en absoluto, su capacidad para crear ambientes siniestros y malsanos, sí he de poner en tela de juicio su descarada tendencia a incurrir en excesos conscientes y a forzar situaciones al servicio de su máximo objetivo, que no es otro que el de epatar con explícitas imágenes dominadas por el uso y abuso del gore. A Fulci lo que le interesa, pues, es el efecto impactante de la ejecución de la muerte, es decir, el fin y no los medios para llegar a él. Por ello, los guiones son caprichosos y descuidados en tanto en cuanto la historia avanza a empujones y los personajes aparecen desdibujados (o perfilados con trazo grueso), sus comportamientos no siempre resultan coherentes, aparecen y desaparecen según convenga, protagonizan diálogos totalmente insulsos y, encima, son interpretados por actores que aportan una escasa credibilidad.

Los que busquen sugerencia, sutileza o ambigüedad y un guión sólido y con un buen desarrollo que huyan de El más allá. El argumento es una mera excusa para que Fulci despliegue, con todo efectismo, su galería de deformidades, monstruosidades, dolores físicos, muertes con ensañamiento, zombis lentorros a la carga y manantiales de sangre que brotan de las mutilaciones. En consecuencia, y dado que uno jamás puede sentir nada por los personajes/peones ni dejarse llevar por una trama bien urdida y llevada a efecto, el único atractivo o estímulo que queda es presenciar las truculencias que se suceden en pantalla.

Y la labor de Fulci en la dirección, qué queréis que os diga, tampoco convence. Zooms y más zooms, primeros planos de ojos y más primeros planos de ojos y, por supuesto, condimentado con una banda sonora que no es fácil de soportar. Además, el pulso narrativo es inexistente y las escenas parecen retazos pegados uno tras otro sin un hilo conductor claro, sin algo que las ensamble para formar un todo consistente. Y es que, sin ir más lejos, uno acaba de ver la película y se queda con la sensación de que no sabe qué le han contado ni el sentido de diversos hechos. Ah, pero como es de culto y es de Fulci hay que dejarse llevar…

En cualquier caso, en ocasiones el estilo del italiano es de lo más eficaz, las cosas como son, y redime muchas de sus debilidades. En este sentido, el prólogo es una pequeña pieza magistral en cuanto a su poder perturbador. Un pintor es linchado con métodos abominables, y es ahí donde Fulci se emplea con firmeza para crear un suspense y una inquietud que explotan con fuerza, dándonos un martillazo en el cráneo que promete emociones extremas. También, el final, que acontece porque sí, transmite una logradísima sensación de desesperanza y apocalipsis.

El argumento, que es lo de menos, por si a alguien le interesa, hace referencia a una mujer que hereda un hotel donde un pintor, años atrás, fue acusado de haber generado el mal y, por ello, masacrado. Al parecer, el lugar tiene algo que ver con las llamadas siete puertas del infierno, profetizadas por un tal Eibon.

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