Mi pasión por «La Jenni»

 

Viendo la reciente e interesante Juegos secretos (Little Children, 2006) y, en concreto, algunos planos cortos, hipnóticos, del rostro de Jennifer Connelly (lástima que su intervención se reduzca a un rol de reparto), me he planteado si esta mujer no es ya todo un icono, es decir, una imagen deslumbrante que por sí misma tiene una entidad propia que rebasa al personaje que interpreta. Ha llegado un punto en que me resulta un tanto secundaria su interpretación, incluso su papel: la Connelly está por encima de estas cuestiones tan terrenales, de forma que su mera presencia ya es motivo, en mi caso, de celebración. Uno no sale indemne de su mirada, del destello de sus ojos desarmantes…

Desde los tiempos de la maravillosa Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984), donde Sergio Leone nos brindó la oportunidad de ver a una jovencita que se transformaba en el objeto del deseo de Noodles, y de una de las angustiosas pesadillas de Dario Argento, Phenomena (íd, 1985), en la carrera de la intérprete neoyorquina ha habido casi de todo, incluyendo un cambio físico muy notable. No en vano, el que se acerque, ahora, a Labios ardientes (The Hot Spot, 1990), la desvergonzada y tórrida cinta de género negro de Dennis Hopper, verá a una actriz lozana y curvilínea que no tiene mucho que ver con el actual aspecto, delgado y estilizado, de una mujer a la que el paso del tiempo le ha sentado… muy bien, aumentando su atractivo como si hubiese hecho un pacto con el diablo.

Probablemente, las muy estimables Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000) y Casa de arena y niebla (House of Sand and Fog, 2003) tengan el honor de mostrar a la mejor Jennifer Connelly posible, fuerte y frágil, inmersa en la tragedia pero de belleza imposible de apagar.

PD: Disculpas por este alarde de irracional fanatismo, pero necesitaba escribir esta reflexión en voz alta. ¿Algún otro fan por ahí? 😛